Crema de puerros, miso y queso azul
Una crema de puerros enriquecida con queso azul y miso para templar el cuerpo en los días más fríos de invierno.
Puedes escuchar el texto completo en este enlace al podcast.
Es invierno y se me nota mucho que soy una fan fatal de las cremas de hortalizas calentitas y bien acompañadas. Hay que aprovechar la temporada para hacer recetario de cremas que te calienten de la cabeza a los pies.
Hoy le doy una vuelta a la crema de puerros clásica, añadiéndole queso azul y miso para obtener un sabor algo más complejo, con bien de umami y enjundia. Aunque es verdad que al puerro y a la patata poco les hace falta para brillar.
Algunos de los días más fríos de mi vida me ha salvado una crema de puerros básica, sin puntillas ni florituras. Esta receta puede servir también para elaborarla: evitando el queso y el miso tienes una crema de puerros de diario, pura y dura, riquísima también.
El queso azul le va muy bien al puerro. Neutraliza un poco su sabor y le da profundidad. Y el miso aporta un toque mitad salado y mitad dulce, además de sus propiedades nutricionales, siempre que no se hierva.
El miso
Es un producto que no se encuentra a la vuelta de la esquina, pero merece la pena echarlo a la cesta cuando te topas con el en Makro, en el súper, en un bazar de comida oriental o en un herbolario.
Es un fermentado de habas de soja, hongo koji y sal marina en forma de pasta. Tiene un sabor suave, salado y peculiar, con mucho umami; ya sabes, el quinto sabor que hace que las cosas sean aún más ricas.
Una cucharada de miso mejora muchas elaboraciones. Yo lo suelo añadir a los caldos y sopas y a algunas cremas de hortalizas. Potencia su sabor y, además, es un alimento probiótico, rico en enzimas, minerales, aminoácidos y vitaminas K y B2.
Si lo usas, tienes que tener la precaución de no hervirlo, porque es un alimento vivo y perdería su poder enzimático. Añádelo siempre al final de la cocción, cuando ya no se vaya a hervir o calentar la elaboración.
El queso azul
Utiliza el que más te guste o tengas a mano en tu zona. A mí me gusta mucho el gorgonzola porque es muy cremoso. Pero, para mezclar en cremas de verduras, me vale cualquiera que no sea muy viejo y se pueda disolver con el calor y la batidora.
Ponlo solo si todos los comensales toleran el queso, porque el sabor se deja notar. Te recomiendo que no añadas todo desde el principio. Es mejor ir mezclando en trozos pequeños y probar para ajustar al paladar. A lo mejor te apetece ponerle incluso más del que he puesto yo, pero no podrás arreglarlo si lo mezclas todo de una vez.
El cebollino
Hasta hace unos años el cebollino era, para mí, solo una hierba que servía para decorar los platos. Poco a poco fui descubriendo que tenía un sabor muy rico, como a cebolla fresca o ajete, y desde entonces siempre pido un paquetito cuando hago pedido al huerto online. ¿Has probado a hacer una tortilla francesa con cebollino?
Razones para amar al cebollino
Su sabor. Matiza sin apabullar, remata muchos platos y sabe a cebollita fresca o ajetes.
Sus dotes decorativas. Prueba a presentar un plato con cebollino picado espolvoreado. Lo mismo sacas un ¡ohhh! de alguna boca.
Lo fácil que se corta. Cortar perejil y que quede como si fueras chef es complicado. Es difícil que quede uniforme. Si no usas una buena técnica y un cuchillo afilado, puede quedar como una masa verde machacada.
Pero con el cebollino eso no te pasa. Pones un montoncito en la tabla, vas cortando –siempre con un cuchillo bueno y afilado– en trocitos iguales, sin prisa, y al terminar te sentirás más pro que Arguiñano.
Lo que dura. Bien protegido en el cajón de las verduras de la nevera, en un blister, envuelto en film o en una bolsita biodegradable de las que se usan para escoger verduras y frutas en el súper, puede conservarse verde durante un par de semanas siempre que esté resguardado de la humedad.
No quiero ni miso ni queso
Pues dale. No los pongas y obtendrás una crema de puerro clásica, caliente y deliciosa. Una receta facilísima para todos los días que será oro puro en tus menús invernales.
Preparación: 15 minutos
Cocción: 4 horas
Función: ALTA
Raciones: 4
Batidora trituradora
450 g de puerros limpios
300 g de patata ya pelada
40 g de miso
80 g de queso azul
100 ml de nata líquida
Cebollino fresco
Pimienta blanca
Sal
Abre la parte verde de los puerros a lo largo para que el agua pueda penetrar bien, y lávalos a conciencia bajo el grifo hasta que no quede rastro de tierra.
Elimina las hojas verdes más toscas, pero conserva las que estén tiernas. Guarda las hojas toscas para elaborar caldos.
Corta los puerros en trozos grandes, de aproximadamente 3 cm.
Pela las patatas y lávalas. Trocéalas haciendo un corte incompleto y chascando.
Pon las patatas y los puerros con un arranque de sal1 en el slow cooker. Vierte 700 ml de agua.
Cocina durante 4 horas en ALTA o hasta que los puerros estén tiernos y se puedan triturar.
Tritura hasta obtener una crema fina. Puedes usar el brazo de la batidora dentro del slow cooker, teniendo cuidado de no sacarlo mientras funciona para evitar salpicaduras. Si la textura es tosca y tiene muchas fibras, puedes colarlo.
Añade la nata, el miso y 60 g de queso azul2 en trozos. Vuelve a triturar para que se mezclen por completo. Ajusta la textura a tu gusto añadiendo un poco más de líquido –agua o caldo– poco a poco si es necesario.
Prueba y rectifica el punto de sal. Añade pimienta blanca a tu gusto.
Trocea el queso azul restante.
Pica el cebollino.
Sirve muy caliente con trozos de queso azul, cebollino picado, picatostes recién hechos y un poco de pimienta blanca espolvoreada.
De los 80 g iniciales de queso azul, reserva una pequeña parte –unos 20 g – para ponerlo en trozos sobre la crema justo antes de servir.
Una pequeña porción de sal suficiente para que los alimentos tengan sazón y que permita rectificar al final la elaboración, probando y añadiendo más sal si es necesario.
Si le tienes un poco de miedo al sabor fuerte del queso azul, añádelo poco a poco, tritura y prueba hasta que esté a tu gusto.