Menú semanal Plus | Cuarta semana de mayo 2024
Una cocina estupendamente enmarcada. La quinta gama da la cara en Francia. Claudia Polo, una abuela de 25 años, pequeños hábitos que causan impacto y una sonrisa para acabar la semana.
Una semana más, el menú semanal llega para ayudarte a organizar las comidas y cenas de la semana que viene. En tu mano está adaptarlo a tus gustos y necesidades, seguirlo en parte o al pie de la letra. Haz tu lista de la compra y que el lunes te pille en perfecto estado de revista. ¡Que tengas una buena semana!
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No cabe duda de que Jodie, la dueña de la cocina de esta semana, necesita que alguien le regale un trípode (si ves el vídeo, pensarás lo mismo y sentirás un cierto desasosiego). Pero lo que le falta en cuestión de estabilidad al grabar, le sobra en talento decorativo.
La casa de Jodie está en Nottingham, Midlands. Se alquila para rodajes y ha aparecido en muchas publicaciones de decoración. Es una casa acogedora y su cocina es como un corazoncito mullido en el que quieres entrar con tu capazo de la compra o con mucha hambre, mucha sed y zapatillas cómodas.
El acceso es grandioso: un gran vano enmarcado por una estantería color azul verdoso –o verde azulado, siempre me hago un lío–, que deja ver una isla de cocina poco convencional. Es un mostrador de una tienda de ropa hábilmente tuneado, con un lavavajillas encastrado en uno de los huecos, cajones a porrillo, un fregadero primoroso y mucha superficie de encimera.

En la cara que se ve desde la entrada, hay cuatro sillas altas de mimbre estratégicamente separadas en parejas. Dejan el espacio central como punto de atención.
El suelo, vestido con losetas hexagonales de barro, da calidez y mucha personalidad, poniendo el acento en el punto rústico de la casa. Las paredes blancas contrastan con el verde manzana de las ventanas y tienen un bonito contrapunto en el rojo de las pantallas de la lámpara central. Son como unas guindas en una tarta fresca de fruta y nata.

Al otro lado, junto a la pared, está la zona de cocción, con un fogón amarillo enmarcado bajo un frente de azulejos hidráulicos que tienen pinta de tener años a sus espaldas. Los armarios bajos son parte del mismo mobiliario recuperado, hermanos de sangre de la isla central.
Me encanta el escritorio que ha colocado en una esquina: una mesa alta que es una ménsula suspendida en la pared, con su Mac y su canesú, sus estanterías llenas de libros y un taburete metálico rojo. Es una buena idea que la mesa sea alta: permite consultar recetas o navegar por la red mientras se cocina sin apoltronarse en una silla baja.


La transición entre la zona de estar y la cocina se resuelva de manera natural. El suelo de listones de madera y las losetas de barro parecen estar hechos para estar juntos.
Más de Jodie en Instagram
La quinta gama es un melonazo. Si estás iniciado en temas gastronómicos, probablemente sabes a qué se refiere este término. Si no, es posible que pienses que en ese restaurante tan pintón y tan bien de precio cocinan a diario rulos de cochinillo, carrilleras en salsa o risottos.
Y no lo hacen, tan solo ensamblan elaboraciones que vienen envasadas al vacío y que solo hay que mezclarlas, darles el último toque, regenerarlas y servirlas calientes.
Alguna empresa especializada en quinta gama utiliza el slogan “Listo para calentar, abrir, emplatar y servir”. Por tanto, estamos ante productos fabricados para que los restaurantes puedan tener una oferta variada –a veces desmesurada– sin necesidad de cocinar, tan solo hay que tener la mano y los conocimientos para que la regeneración, el calentado y el emplatado queden apañados.
Otras –con nombres que evocan, cómo no, a la cocina de la abuela–, sugieren que una de las ventajas de usar quinta gama en un restaurante es que deja tiempo libre para pensar y desarrollar más recetas. Que me lo expliquen.
Es todo un negocio y son muchos los restaurantes que llenan sus cartas con platos de quinta gama. Con un baño María, un microondas y una salamandra (un grill abierto), te montas El Bulli de todo a cien en tu barrio en un local sin salida de humos.
¿Has tenido alguna vez la sensación de que estabas comiendo en un local de la calle A lo mismo que en otro de la calle C? Eso es también quinta gama.
Cómo reconocer una carta de quinta gama
Recuerdo que hace años entramos en un restaurante de la sierra madrileña que nos quedaba de paso camino a Navacerrada y que, siempre que pasábamos por allí, decíamos: “tenemos que comer aquí alguna vez”. Decoración entrañable, terraza bonita y un enorme comedor.
Cuando llegó la carta se me encendieron todas las alertas y mi cabeza era como un submarino ante un ataque con misiles. Mientras tanto, mi pareja la ojeaba encantado, repasando la sofisticación de los platos y escogiendo su pitanza.
¿Qué tenía esa carta para provocarme el colapso? Rulo de cochinillo a baja temperatura a 15 euros. Carrilleras de cerdo a baja temperatura con parmentier de patata a precio tirado. Capón relleno. Lingote de nosequé, también a baja temperatura. Nombres rimbombantes. Cartas que no tienen fin. Mucha reducción de Oporto y mucha salsa de foie. También pulled pork a mansalva.
Todo a un precio que, si se preparara en el restaurante, con el tiempo y el personal que se necesita, no bajaría de 25 euros por ración. Y, sin embargo, se ofrecía al mismo precio que un filete con patatas fritas.
¿Es mala la quinta gama?
En principio no. Es comida elaborada en cocinas industriales, envasada correctamente y que, si guarda la cadena del frío y se respetan las fechas de caducidad, te alimenta y hasta puede que esté medio rica.
Pero, ¿te gustaría saber que lo que estás comiendo no se ha cocinado en el restaurante? A mí sí. Y ahí es donde el gobierno francés quiere meter mano: en octubre del año pasado, Olivia Grégoire, Ministra delegada de Pequeñas y Medianas Empresas, anunció la implantación en 2024 de la obligación de informar a los clientes de qué platos se cocinan en el establecimiento y cuáles no.
Ojalá se tome nota a este lado de los Pirineos.
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La juventud de Claudia Polo -con quien coincidí en mis últimos meses en El Comidista– me sorprendió cuando, a raíz de la promoción de su libro Entorno, le he puesto cara y voz. Me gusta el discurso sensato y entendido de la conversación con Carlos G. Cano en Gastro SER. ¿Es una abuela de 25 años? Por sus mañas en cocina, rotundamente sí.
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Desayuno de la semana: Bica de Laza
Lunes
Mediodía: Zorongollo extremeño | Carne con tomate | Fresas
Cena: Pyttipanna de pollo
Martes
Mediodía: Sopa asada de pollo y verduras | Bonito encebollado | Ciruelas
Cena: Huevos fritos con pan tostado y tirabeques salteados
Miércoles
Mediodía: Ensalada verde | Pollo extratierno | Kiwi
Cena: Crema de calabacín y feta
Jueves
Mediodía: Zarangollo murciano | Carrilleras al oporto | Albaricoques
Cena: Clam chowder
Viernes
Mediodía: Arroz blanco | Gallo a la plancha con refrito de ajo y guindilla | Mango
Cena: Ensalada de patata a lo pobre
Sábado
Mediodía: Consomé de ave | Cordero al chilindrón | Confitura de higos con canela, anís y vinagre de Jerez y helado de nata
Cena: Bizcocho salado de brie
Domingo
Mediodía: Curry tailandés de batata | Caldereta de pescado y marisco | Bread & Butter con frutos rojos
Cena: Picoteo dominguero